Microcuento – Bachillerato

Ángela

Ángela se reía al ver cómo ella sufría suplicando piedad, la golpeó hasta dejarla en el suelo revolcándose mientras agonizaba lentamente y después de torturarla, estaba lista para matarla, pues ese era su juego favorito. – Ángela deja en paz a la mariposa- exclamó su madre.

ANSIADA JUVENTUD
Autora: Fernanda Álvarez

No deseaba morir. Para él la eternidad era lo más importante, pero sabía que no lograría conseguirla si se quedaba sentado. Rápidamente se dispuso a terminar aquel aparato que lo volvería eterno, sin embargo, cuando se adentró al departamento de su nieta encontró la caja de metal rechinando y sus gritos, ¡había funcionado!

– ¡Ayúdame abuelo! -gritaba

Ella permanecía en el suelo a unos cuantos metros del objeto pidiéndole ayuda, pero parecía que no la escuchaba. Entonces, ese oscuro brillo de sus ojos la observó directamente, había caído en su trampa. Él solo dibujó una sonrisa. Desesperada sentía como se llevaba su cuerpo y lo introducía en aquel aparato.

– ¡Cómo pude haber sido tan ingenua!

Pensó que su abuelo la apoyaría en su carrera, pero lo único que vio es como aquel hombre se llevaba sus sueños, sus añoranzas. De la máquina se disparó humo agrio y él emergió lleno de vida, ¡era un jovencito nuevamente! El cuerpo de Aisha se había marchitado macabramente. Encerrada dentro de aquella caja mecánica sentía odio y frustración por haber confiado en aquel hombre.

-Gracias cariño, cavaste tu propia tumba. Jamás te tuve afecto, ¡solamente ansiaba tu dulce juventud!

Sin ningún remordimiento salió del departamento, caminó unos metros y su mente se nubló, entonces despertó bruscamente y sintió recorrer, por sus polvorientos huesos, la fría cama del acilo.

Cielo Azul
Autor: Fernando Ortega

Era uno de esos días en los que el sueño podía más que las ganas de vivir. Me levanté medio atontado, medio perdido, miré por la ventana. Eran las cinco menos ocho de una tarde imponente con un perfecto cielo azul y un sol enorme, estático. Era un paisaje que no se había presentado en mucho tiempo, pero no podía disfrutarlo. Era uno de esos días en los que el sueño podía más que las ganas de vivir y al cerrar los ojos veía esa incómoda escena: una pequeña pelota rebotando en un movimiento oscilatorio tan armónico como inquietante. Me provocaba una intranquilidad indescriptible. Me volví a acostar y cerré los ojos. Esa desagradable escena estaba pegada a mis párpados, pero, poco a poco, me percaté de que tampoco quería abrirlos, que prefería la incomodidad de mis sueños a la pesadumbre de la realidad; una pesadumbre que a veces se disfraza de cielo azul.

Di tus últimas palabras

¡Di tus últimas palabras! – exclamó el sujeto.
Suspiré… inhalé aire fresco… y exhalé un titubeante soplo.
Pensé en decir todo lo que quería hacer; lo que no hice a lo largo de esta experiencia humana, y su por qué.
Recordé a mi madre y en mi cabeza retumbaba esa frase con la que siempre me recibía.
Pensé en mi hermano y en su novia, y lo difícil que era para ambos dejarse ir.
La deshidratación empezó a hacer sus efectos y vi la figura de mi difunta hermana…con una sonrisa que parecía consolarme en aquel trágico momento.
Recordé a la mujer de mi vida, y la vorágine que provocaba en mí el besarla. Me imaginé diciéndole todo lo que pensaba y sentía el día que se marchó.

Un vehemente presentimiento se disparaba desde mi sistema nervioso hacia toda mi medula espinal: que me decía que todo iba a salir bien si decía las palabras correctas.
De repente, un inquietante sonido de un arma cargándose me desconcentró.

Y dije las palabras que nunca hubiese dicho de haber estado sobrio aquel día.
-No me mate- dije
*Y el arma disparó…

EL ARTE DE SOÑAR
Danny Patricio Barrera Álvarez

Hasta en los sueños más profundos haremos de nuestra vida un paraíso.

El destello
Autor: Josue Proaño Arroyo

Un relámpago me ciega, son cerca de las diez de la noche… mi teléfono no sirve y necesito escampar en algún lugar… diviso al fondo de este terrorífico bosque una cabaña, pequeña, formada de leños, no parece tener una fuente de luz eléctrica; siento frío, tengo los pelos de punta, siento que me ven desde dentro del bosque, empiezo a correr; impulsado por miedo y desesperación no regreso a ver mi camino, me enfoco en llegar a la cabaña, me falta el aire… estoy a metros de llegar, respiro profundo, el frío vuelve, mi chaqueta está empapada, mi corazón pareciera salirse de mi pecho, a mi alrededor todo está oscuro, el cielo parpadea tras cada rayo, tras cada estruendo… tengo miedo.

Veo a alguien o una figura, no estoy seguro… escapa de mí, entró a la cabaña asustado… me acerco a la puerta, golpeo… no recibo respuesta alguna. La puerta está sin seguro y en su interior acabo de escuchar algo, me invade el miedo, siento una presencia a mi espalda y volteo sigilosamente para ver qué es; estoy protegido por un árbol, veo una silueta oscura, no reconozco su contorno… no tengo otra opción y entro a la cabaña. Está vacía y destruida; golpean a la puerta y por cuidarme me oculto en el armario que estaba en medio del cuarto en el que me encontraba; me ciega un destello fuerte, no veo nada.

Son cerca de las diez de la noche… veo una cabaña…

El hombre caminante
Autora: Lia Jarrín Fabara

Calienta el sol de verano, pero no todos gozan de él. El hombre caminante carga a sus hijos bajo el sol de junio; uno va en brazos casi muerto por la insolación y el otro duerme envuelto en una sábana vieja amarrada a la espalda sudada de su padre; sudor que, aunque agua fuera, no brindaba frescura; en su lugar, se robaba el poco aire que quedaba dentro de aquel sofocante capullo. Caminaba el hombre consumido por el calor mientras olía la carne de sus pies descalzos sobre el férvido asfalto; el cuerpo le pesaba, la boca estaba seca, pero el camino era corto hasta la sombra de un árbol. Al lado de la carretera, ahí sentado y sediento, se preguntaba el porqué de su desdicha. El cansancio fue tanto que adormeció y solo levantó sus párpados cuando dos personas le arrojaron agua, a la vez que se ofrecieron para llevarlos a su casa y le advirtieron que era peligroso estar afuera, pues había una enfermedad que agobiaba al mundo. El hombre no supo cómo responder y aquellas personas se alejaron. Al cabo de unos días el hombre murió, no por la enfermedad de la que le advirtieron, pero sí a manos de quienes la padecían. Nunca se conoció quién fue aquel hombre caminante ni qué pasó con sus hijos; lo único que se supo fue que había algo peor que el sol canicular y era la enfermedad que corrompía al mundo: aquella enfermedad llamada indiferencia.

El principio del fin.

Cuando esto entró a la casa del niño, comenzó a reír, y todas las luces de la ciudad se apagaron.

El tablero vacío
Autora: Recalde Santacruz Karla

El admirar el asiento vacío, como aquel peón que ve deslumbrado ante su rey que en la oscuridad ha ido perdiendo su causa, y el pasar del tiempo solo lo hace ver más misericordioso ante la realeza del acertijo, más en su devoción se puede encontrar la habladuría de su mirada; que conlleva a la extrema fijación de su expresión sobre su promesa. Asimismo, puedes ver como sus movimientos y capturas son inalcanzables en un juego desolado de simpatía, para encontrar la manipulación por el aprendizaje de este que se llega a perder en la ausencia de su estatal proeza a su sanguíneo e ilusionado espectro de herencia. Aun así, el tratar de ilustrar la partida es inverosímil a la visión, su inexistencia resalta; pero, su facultad perdura en la historia singular de su aguardo, si el hallazgo de su presencia y acción de su juego es perspicaz e inaudible a su palabra, el pequeño crecido sentado frente al inaudito juego canónico de casillas blancas y negras hubiese detenido su agonía por la espera de esta proeza en un sitio detenido por la ausencia.

El último
Autora: Estefanía Salomé Barrera Quinde

Había una vez un caballo con un tumor, todos se burlaban de él; un día una luz lo iluminó frente a todos y dijo: -«Eres el último unicornio, el ser más soñado por los hombres»-

ENCONTRARME EN EL CAMINO

Hay golpes en la vida, cada uno pasa y te enseña algo si estás atenta, sin darme cuenta y parecía de película, no dolía al inicio, pero mientras el tiempo transcurría en mi habitación, entre mis sábanas y computadora, entre chats y deberes interminables, la vida que tenía una normalidad se fue convirtiendo. Descubrir otros seres en casa, era otra vida en la cual no me había adentrado lo suficiente… padres, hermanos, vecinos un mundo del que nunca me había dado el tiempo de observar detenidamente se fue convirtiendo en mi día a día descubriendo cosas nuevas y no sólo en mí, sino en cada uno de los que me rodean, pensar que a veces los amigos eran lo primordial tuvo un cambio radical, simples hechos como una simple conversación hasta criticar una película cada semana con aquellos que son mucho más que familia…. Parece que el tiempo no avanzó sino retrocedió como en una máquina del tiempo a la época de mis abuelos a aquellas historias que las iniciaban y yo casi ni prestaba atención, es un sueño, NO es una realidad la alarma para despertarme ya está sonando, otro día más no, no volvimos al pasado estamos en un futuro incierto, no sabemos qué sucederá en minutos, salud, trabajo, permanencia; lo único cierto es el olor a café, pan calientito y todos juntos en la mesa desayunando día a día pidiendo a aquel que todo lo sabe todo un día más ….

Estación Permanente
Autor: John Morales

Hoy es mi cumpleaños, me levanté como todas las mañanas en este oscuro espacio, vi al sol desde el reforzado vidrio y pensé “¡Qué raro!, ahora me doy cuenta de que el tercer planeta de la Vía Láctea es muy parecido a esa estrella brillante, no puedo creer que hace miles de años viviéramos allí, ¡ojalá no pase lo mismo con Marte!

FRANJAS COLORIDAS
Autora: Julissa García

En la cumbre de una montaña vivía un jovencito; era un ser un humano más, pero tenía un trabajo muy especial.

Días atrás una nube azul descendió sobre su jardín de coliflores, de ella cayeron pepas y en su interior yacían colores: purpura, naranja, verde y más, asimismo bajó una nube blanca, tenía colores poco visibles ahí entendió su razón, los colores los colocó según las franjas y está volvió a su posición en el cielo. En aquel instante de las nubes empezaron a caer gotas de agua que, al encontrarse con los rayos del sol, empezaron a emanar colores formando un puente hacia el acantilado de en frente, -como él los nombró- “Franjas coloridas”.

Horas después emocionado, salió descalzo a ver las gotas brillantes que se desplomaban cerca de las coliflores, -fueron absorbidas por el opaco suelo-, una flor brotó con pétalos como diamantes, la luz traspasaba sus hojas.

Al día siguiente solo encontró el tallo, escuchó un brí brí brí y entorpecido por los rayos del sol, divisó una avecilla que agitaba sus alas muy rápido, su plumaje mostraba a diversos colores. Se alegró, “eres un regalo de las franjas coloridas” replicó, te llamaré Colibrí, me presentó soy René.

El rechinar de una puerta

Marcos, de apenas trece años, se levanta. Siente que alguien lo vigila. Esa sensación fue tan perceptible que permaneció inquieto y lleno de temor durante el día. Cansado, en la noche; Marcos, se recuesta en su cama, oye ruidos estremecedores. Se levanta, poner sus piernas largas y delgadas en el piso. La madera; está más fría y porosa que nunca. Sus dedos y sus pies descalzos, rosaban las astillas desprendidas del piso y el calor de su cuerpo se iba apagando, conforme caminaba. En la oscuridad, los detalles de su casa: muebles, puertas, cuadros; eran cada vez más misteriosos; que Marcos, prefería ignorarlos. Se sentó en su vieja silla de madera; escuchó el rechinar de una puerta abierta, que parecía venir de su habitación o de una puerta trasera de la cocina y un escalofrío le recorrió desde sus piernas, hacia su espalda. Marcos, pensó que no era momento de dejar volar la imaginación; recordó que el viento de noviembre, suele mover puertas y ventanas en una ventisca de invierno como la de esa noche. Inmediatamente, recordó que nunca duerme con las ventanas abiertas, entonces; en medio de la oscuridad y del silencio; se escuchaba el latido acelerado de su corazón. Lentamente, subió escalón tras escalón y el miedo se apoderó de su frágil figura. Desconocía quién estaba dentro de su cuarto. En medio de la penumbra, alcanzó a ver el rostro de su madre; que había fallecido hace dos años atrás.

La mujer de la noche

Aquella noche los balidos del rebaño despertaron a Raúl, aún con la mente somnolienta, caminó hasta la puerta principal, la abrió y atravesó el pórtico de la cabaña, para cuando llegó al corral lo único que encontró era un gran bulto con una sábana blanca encima, decidió acercarse más, tomó la suave tela y temblando la levantó, poco a poco se dejaba vislumbrar un cuerpo femenino, el inconfundible olor a muerte y putrefacción que contaminó todo el lugar era insoportable, de pronto la pálida piel del cadáver adquirió un color grana intenso, el rostro de Raúl dibujó un expresión de horror con una sonrisa incrédula y nerviosa, él no lo creía posible, sabía que se había deshecho de ella, cerró sus ojos con fuerza como si quisiera borrar todo lo que había hecho, como si quisiera despertar de la mala broma que le jugaba su mente con tan solo un pestañeo, cuando sus párpados se volvieron a abrir estaba en su habitación, respiró aliviado y se incorporó, mientras se dirigía a la puerta una ráfaga de viento le heló la espalda, después sintió sus manos tocándolo, ella seguía ahí.

Las Almas
Autor: Francisco Correa

TODO COMENZÓ UNA NOCHE FRÍA Y SOMBRÍA CUANDO GABRIEL, UN JOVEN DEVOTO DE LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO, REGRESABA A SU CASA, AL INSTANTE SE DA CUENTA QUE ALGUIEN LO PERSIGUE, POR LO QUE APRESURA SU PASO DRÁSTICAMENTE MIENTRAS PENSABA QUÉ HACER.

SU GRAN PROBLEMA, SEGÚN DECÍA SU MAMÁ, ES QUE CUANDO SE ASUSTABA UNA LUZ BLANCA LO ILUMINABA Y DELATABA, PARECÍAN ALAS QUE SE DESPRENDÍAN DE SU CUERPO. HOY NO FUE LA EXCEPCIÓN Y QUIEN LO PERSEGUÍA ERA UN LADRÓN. “¿LO MATARÁ? ¿QUÉ LE VAN A ROBAR SI PERDIÓ EL EMPLEO? LA PANDEMIA, ¡ESTA BENDITA PANDEMIA!”, CAVILABA.

NO TENÍA MUCHO TIEMPO, SENTÍA EN SU OSCURIDAD ILUMINADA QUE EL LADRÓN ESTABA CERCA, EN MEDIO DE ESA SITUACIÓN DECIDE REZARLE A LAS ALMAS DEL PURGATORIO PARA QUE LO AUXILIEN Y DE PRONTO ESCUCHA UNA BULLA MUY FUERTE DE CABALLOS Y GENTE GRITANDO “VIVA LA PATRIA”, LOS LADRONES SE ACOBARDARON (RESULTARON SER DOS) Y SALIERON DESPAVORIDOS. EL BULLICIO NO ERA POSIBLE DADA LA HORA, PASADA LAS 6 PM, A FALTA DE TRES HORAS PARA EL TOQUE DE QUEDA.

EL PENSAMIENTO DE GABRIEL ES UN ROMPIENTE DE IDEAS, Y MIENTRAS LOS LADRONES HUÍAN, ÉL ESTABA DENTRO DE LA MANIFESTACIÓN DE MASCARILLAS Y GUANTES. SÚBITAMENTE LA BULLA SE DISIPÓ, DE PRONTO SOLO VE UN MAR DE MANOS QUE SE EXTIENDEN HACIA ÉL QUE LO HALAN, CON HORROR MIRA AL CIELO, YA NO ES SU CIELO SINO UNA PROFUNDA CAVERNA COMO PENITENCIA POR SUS PECADOS.

Lo quería todo y obtuvo nada

Pancho era un joven que quería escribir una novela. Le dieron la oportunidad de publicarlo -luego de meses de rogar llorando- en una editorial de alta alcurnia.

Estaba leyendo muchísima filosofía: Kant, Nietzsche, Camus, un poquito de existencialismo, otro poquito de pesimismo y obras clásicas de Platón y Diógenes, etc. Quería que su obra fuera ¡épica! Que transcienda la cabeza de los hombres. Pero había estado estudiando demasiado que había pasado varios días, que no comía.

Un día el presidente de la editorial fue a su casa pues estaba preocupado. Entró a su habitación y vio un cadáver con extremidades de palo de escoba, y en el escritorio unos papeles arrugados y manchados que en ellos se podía distinguir una oración: ¡caramba, en que me he metido!

Los gemelos de zafiro

Otoño, 1996.

Al ingresar al rectorado del instituto donde se suscitó el crimen, encontré a la directora Ainhoa Veracruz, cuyo corazón había sido arrancado y atravesado con una daga sobre la pared. Una voz llamó mi atención, era Francisco Mezas, el conserje, quien me comentó que el día anterior limpiando el pasillo del rectorado, escuchó a dos personas vociferar, se acercó a la puerta y percibió la ventana principal abrirse. A través de la ventana observó una silueta, cuya peculiaridad eran unos gemelos plateados con una rivera de zafiro central.

Todo radicaba en los resultados del análisis de huellas dactilares encontrados en la daga. Ordené que Mezas fuera escoltado hasta que su testimonio fuera requerido. Al día siguiente, mientras revisaba los resultados, mis colegas me observaban luctuosamente. Pregunté qué sucedía y me comentaron que los policías que envié habían sido asesinados en su auto y que encontraron al testigo muerto en su casa, del mismo modo que Ainhoa. Los resultados arrojaron que la huellas pertenecían al subdirector, Dimitri Rivera, situándose ambos en el rectorado la noche del cometido. El caso quedó sin resolver debido al escape del homicida y al deceso del único testigo, dejándome atribulada al no poder evitar su fallecimiento.

Meses después, ebria y dentro de mi bañera, percibí una puerta abrirse. Salí tambaleándome, tomé mi arma y dirigiéndome con paso errático hacia la entrada de mi departamento noté que, sobre una mesa, se encontraban unos gemelos plateados con una rivera de zafiro central.

ME MIRO EN EL ESPEJO Y TE VEO A TI, MALDITO MONSTRUO
Autora: Ana Paula Cabrera Morán

Tú, que te has apoderado de mi mente y me has envenenado el corazón. ¡Tú! Que te has convertido en el ser y yo en tu sombra, que te has alimentado de la desgracia y el caos que provocas.

Es que… ¿No entiendes que no sé la respuesta a tus acertijos? suelta un suspiro…

¡Sólo dilo! ¿Qué es lo que todos tienen, pero nadie la puede perder?

Irritado, contesta: No lo sé, no lo sé… ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué te escucho y no puedo verte? He perdido la cabeza y te odio tanto que te mataré.

Sus ojos llenos de sangre lo miran fijamente.

Aproxímate y mira más de cerca… ¿De verdad no sabes quién soy? – pregunta con una sonrisa sarcástica.

Una semana después, el forense revisaba las puñaladas por todo el cuerpo. El mantenerse despierto lo había matado.

Amé
Autor: Anthony Siavichay

Déjame contarte una pequeña historia.

De esa manera un abuelo le dijo a su nieto, mira, todos alguna vez tenemos miedo y odiamos cosas; yo tuve miedo a las arañas, a la oscuridad, a lo desconocido, por todo me escondía en un rincón a llorar, pero cuando me encontré con una gran amiga llamada muerte, ella me enseñó lo peor del mundo y le tuve más miedo que nada, a ella, en aquel momento amé todo, amé a la pequeña araña del cuarto, al desconocido detrás de la cortina, el poder abrir mis ojos y cerrarlos cada día, amé todo; pero en especial a tu abuela a quien le he jurado amor eterno y aunque se encuentre en el más allá siempre estará en mi corazón, la amare hasta la eternidad.

No es un perro
Autor: Sebastian Anibal Alvarado Muñoz

El manto de la noche ha cubierto el pueblo. Del bosque vienen sus lamentos. Mi amigo, mi compañero, se ha ido y ha vuelto. Mi perro Blacy. Ha vuelto, pero no es el mismo. Un muñeco sin vida es lo que ha regresado. Esos ojos que me expresaban alegría hoy no me muestran nada. Día y noche su mirada en mí, un ser sin vida está acostado. La noche a caído, me dirijo a mi aposento. La preocupación invade mi ser, no sé qué hacer. En mis oídos están sus aullidos. Un crujido acecha a mi habitación. El llamado que hacía a mi compañero lo he oído. Un extraño ser camina por mi hogar. Tembloroso hacia la puerta me dirijo. Lentamente asomo mi rostro. Un ser de patas chuecas, espalda retorcida, derrama sangre de su hocico. Con una voz de ultratumba acompañada de un profundo eco, dice: “Blacy”. Aterrorizado cierro mi puerta. Un ruido macabro escucho en los profundo de mis oídos. Alzo la mirada hacia la ventana, aquella bestia deforme me observa. Trato de salir, pero la puerta está sellada, giro mi rostro hacia la ventana y él ya no está. Junto a mí unos ojos que lloran sangre y una voz que me dice: “Blacy”. No sé qué pasará, pero esta cosa que ha entrado a mi casa no es un perro.

Nota necrológica
Autora: I. J. Raven

07 /10 / 1849

Escuchando mis ultimos latidos cerré los ojos y me dejé ir…
Me encontré divagando en mis peores alucinaciones alcohólicas.

A medianoche durante el eclipse, volví en sí en el sucio callejón de siempre. Horrorizado contemplé como el gato negro sonreía con ironía, como mi corazón me delataba, y tuve la certeza de no recibir más la visita del cuervo. Este, ese, aquel que me aterró con su sentencia definitiva
«¡nunca más!»

Atentamente,

Edgar Allan Poe

Obra maestra

Las gotas de sudor recorrían su frente de manera lenta. Un nudo en la garganta apenas le dejaba respirar, el fuerte latido de su pecho lo ahogaba. Sus cavilaciones no le permitían mantener el equilibrio.

Oía la campanita de la puerta una y otra vez, había pasado al menos 15 minutos esperando el momento preciso, para entrar. Pero ¿Si no salía como él quería? o ¿Si quedaban testigos de todo el desastre? Eso lo ponía tan incómodo.

No tardó en escuchar a la vocecilla, esa que siempre lo motivaba, susurrando “es el momento”. Se acomodó la chaqueta, enderezó su postura, tomó una maleta negra que yacía en el suelo y entró…el primer gran paso.

El recuerdo de su bella madre lo invadió y recordó la tranquilidad con la que ella actuaba. Mientras más rápido mejor, no debía fijarse en nada. Se sentía seguro.

Estaba listo, dejó su mente en blanco, su corazón se detuvo por unos segundos. Entonces, se dirigió a la caja registradora y miró a los ojos a la muchacha que atendía en la tienda y con dificultad logró soltar palabras imperativas: “dos leches y una mantequilla”.

Todo parecía marchar bien. Salió de prisa y se dispuso a contemplar su obra maestra. Solo tuvo que esperar dos segundos y ¡Bum! Nadie logró salir de ahí con vida.

Dejó caer su cuerpo pesado en el cemento y miró la nube gris que cobijó el cielo, sonrió, después de todo entró a la tienda.

Oscuro
Autora: Grena

La sangre fluye, un charco se forma, los gritos desgarran el alma. El metal frio y oxidado contaminan. Carne, huesos, venas, todo está siendo desgarrado. ¡Gritos!, que retumban por cada esquina de aquel espacio lleno de desesperación, donde el único destello de luz, es esa mirada opaca que se desvanece. Todo sufrimiento acabó, pero la sangre no se detuvo.

¿Para mí?
Autora: Michelle Geomayra Bautista Morocho

Cuando empecé a tropezar con las piedras, me di cuenta que no estaba hecha para ser parte del camino…simplemente me harté y decidí salir del cuadro pintado para alguien más.

Performances macabres
Gabriel Fernando Guamán Cárdenas

Heme aquí, frente a aquel fantasmagórico y ansioso público por un sin igual perfomance, mi obra maestra. Frente a mí, un majestuoso atril para abrir el magnánimo acto vil. Sube el telón, mi euforia también, por mostrar aquella epifanía trazada en sueños que ninguna criatura cuerda hubiera concebido en su frágil mente.

Mi cuerpo tiembla y mis ojos lloran mas mi coraje triunfa. Quiero gritar de dolor. Una gélida lágrima derrama mi maquillaje y lava aquellos pensamientos que me han ido pudriendo la mente. Aquella gota acaba en el piso; las luces se encienden pese a mis miles de tribulaciones; mi alma brilla; mi cuerpo por inercia da un paso e inicia el espectáculo.

Mis dedos cual Adán en la pintura de Miguel Ángel, tratan de alcanzar a Dios; empuñan mi espada, compañera mía hacia un nuevo anochecer. Al fin se cumplirá la profecía viva «quien a espada mata, a …» Seré yo, quien lo haga.

Frente a mí, el público.

Nuevamente, las lágrimas desvanecen el maquillaje; mis piernas casi no danzan aquella sonata endemoniada. Mi mente desprendida de mi cuerpo, trasciende a un nuevo mundo de atónitos paisajes. Mis manos tiemblan con la espada serpiente que enrosca con furia mi cuello y mi lunar; mis suspiros gritan a un amor prohibido, cuya mirada impoluta quiso morir en el paraíso de sus ojos y sus labios.

Convertido en un péndulo, ya no estaré, la sabia naturaleza me ha tenido piedad y me ha llevado a mi nuevo horizonte.

PREMIACIÓN
Autora: Andrea Lizbeth Cabrera Pulla

En ese exacto momento, rodeado de cámaras parlanchinas, mientras era galardonado con el mayor de los honores, fue cruelmente aplastado por su realidad.

Razzo Rosso
Autor: Santiago Vanegas

Esta es la historia de un pequeño niño que, en la noche de su cumpleaños, comió dulces en demasía. Al acabar su fiesta, se fue a la cama con un sueño tremendo. Luego abrió los ojos, se subió a su cohete flamantemente rojo y con dirección al colegio, agarró vuelo.

RETROSPECCIÓN
Autora: Belladonna

0:00 h: De pronto demasiadas personas a mí alrededor, con una ansiedad abismal, con ropa negra y…

23:59 h: Mi respiración se volvió agitada, pero, finalmente, al ser consciente de la situación, en verdad no estaba respirando.

23:58 h: En verdad no había abierto los ojos.

23:57 h: Siempre con esa sed insaciable, insondable, ¡había resucitado! como todas las noches.

23:58 h: En verdad he abierto los ojos…

23:59 h: En verdad no estoy respirando.

0:00 h: Demasiadas personas con ropa negra. Es hora de saciar mi sed y… constatar mi esencia depredadora.

SIN PALABRAS

Dirigiéndose a la plaza central, repartía bromas y dedicaba sonrisas coquetas a las jóvenes del pueblo, y llegando ahí, a su destino, tendía su gran manto negro y comenzaba con su espectáculo. Palomas volando, conejos pequeños saliendo de su sombrero, flores artificiales transformadas en mariposas; aplausos… varios aplausos y sonrisas de satisfacción, era todo lo que conformaba su show de ilusiones, porque eso eran, nada más que unas simples ilusiones… ¡Claro! No lo mencioné, para Tom lo eran, pero para su pueblo, NO.

¿Cambió su rostro? ¿Por qué será?
¡Por primera vez lo habían desafiado! dejándolo con el corazón acelerado, parecía un venado mirando fijamente a su cazador, aún peor era su expresión. Nuestro querido ilusionista había tomado una decisión luego de haberle dado tantas vueltas al asunto, ya se sentía mareado por pensar tanto.

Era su momento de brillar, el instante de sentirse grande con cada aplauso de su público asombrado y satisfecho, pero claro, si es que fuese un verdadero mago, como no es su caso; había llegado la hora de aparentar.
Deshecho de los nervios y del temor, dejando su ego caer y resignándose a ser castigado como un cruel estafador de ilusiones y esperanza, lanzó su libro al aire viendo caer, reflejado en sus fanales, aquel tratado el cual abrazaba hojas en blanco, sin palabras, sin estampas ¿Y las palabras? Estas caían encima de su rostro, ¡Del escenario entero! En forma de lluvia. –Era cierto- susurró.

Sofía
Autora: Micaela Toledo

Sofía, ya no llores. Solo era un juego, no quería lastimarte.

Sofía, ya no llores. No fue mi culpa, te veías muy hermosa.

Sofía, ya no llores. Te lo pedí de buena manera, pero tú te negaste.

Sofía, ya no llores. Yo no quería matarte.

SOLEDAD
Autora: Iris Ron

En el momento en el que escuché abrirse la puerta, ella desapareció, mi más fiel compañera me abandonó.

– ¡Llegamos!

Empezaba a sentirme sola.

Término medio
Autora: Laia

Por mi cumpleaños decidí que merecía hornear mi platillo favorito. Lástima que no encontrara la carne tierna como me gusta… hoy el parque estaba vacío.

Tiempos Verbales
Autor: Frett

Vivimos en la mente de quien lee esto y morimos ahora.

Tonta
Autora: Geanella Anahí Chalco Matute

Cansada de ser de nadie y tratando de ser de todos. Con la cara lavada caminando al mismo ritmo que tus ilusiones. Tan amable, tan ingenua, tan tonta. Empacaste una maleta para ir a ningún lugar, con la idea de comerte el mundo. Un mundo que desconoces, que te carcome. Viviendo una realidad compartida, pero ajena al fin. La traición fue el recurso de tu misma soledad, tu cómplice, tu compañera, tu única salida ¿Cuántas veces no sentiste que sería de verdad? No es tu culpa, no es culpa de nadie.

Tú También
Autora: Daria Nayadi Alvear Coquinche

Tu show acaba, corro a buscarte, te encuentro tendido sobre el suelo, no logras reconocerme, desapareces en un instante. Pregunto a las enfermeras por ti.

– Probablemente no lo encuentres, Carlos murió hace 20 años.

-Entonces, ¿por qué puedo verlo?

UN CHOCOLATE PARA EL MÁS ALLÁ

Las ruedas del auto danzaban al ritmo de los baches que pintaba la carretera, el velocímetro señalaba 110 Km/h, curvas muy prominentes. Él manejaba, su esposa sentada a la derecha cantaba la canción que entonaba la radio.

El vehículo rebasó un Volkswagen color neón antes de perder el control, volcarse, rodar y quedar como una tortuga invertida, girando sobre sí misma, para finalmente caer cuesta abajo por el barranco. Ella levantó la mirada por instinto, en ese momento le invadió la desesperación al mirar a la muerte acercándose y ofreciéndole una taza de chocolate, no a ella, no a él, sino a su hija que la recibía con placer.

Un cuento de amor
Autor: Esteban López

Casa de Kenny.
28 de abril de 2018.
14:27.

Jimmy la miró con ojos tristes mientras se preguntaba: ¿dónde había quedado esa belleza del 2009? Ahora la cosa era distinta, tenía caderas grandes, un humor de mierda, unas manos gruesas y, para empeorar la cosa, Maggie quería un hijo.

– ¿Y cómo va eso con Maggie? Preguntó Charlie.
-Ambos nos queremos… Sólo que ninguno sabe cómo demostrarlo, aún. –

¿Y qué hay de ti Maggie? Jimmy se ve un poquito amargado… –
Lo es, en efecto, pero casi siempre bailamos en la noche antes de cenar, según él es para digerir la comida un poco más rápido. –
¿Eso no hace el agua?
-No me refiero a ese baile…

Un infinito de promesas pendientes y un hilo rojo de por medio.
Autora: Paola Nicol León Pesantez

Érase una vez, una pareja de enamorados que se amaban demasiado, creían en la vida después de la muerte, que el destinado los había unido y que estaban conectados mediante un hilo rojo invisible al que estarían atados siempre, Sabrina y Cristopher se prometieron que pase lo que pase se amarían siempre en todas las vidas que existiesen y formarían una familia, pero su relación se volvía cada vez más difícil.

Sabrina venía de una familia poderosa y querían desposarla con Máximo un joven rico, ella le contó a Cristopher quien le aseguro que aquella propuesta de su familia no afectaría en su relación, pero la presión era cada vez mayor, Sabrina ya no podía salir y no podían verse ni hablarse, por lo que su relación terminó, luego Cristopher se enteró que Sabrina se casaría en dos meses con Máximo.

Sabrina se casó e hizo su vida con Máximo tuvo hijos pero jamás dejo de preguntarse que hubiera pasado si hubiese luchado por su amor eterno, Cristopher también se casó y tuvo hijos, llegaron a viejos y murieron pero cuando llegaron a su segunda vida Sabrina y Cristopher aún estaban atados a su hilo rojo invisible, se reencontraron y esta vez lucharon por su amor formaron una familia y cuando terminó su segunda vida volvieron a buscarse en las restantes y en todas ellas vivieron felices por siempre.

Un número amargo

sin probar bocado del café que relucía preñada de azúcar y distrayendo su mirada de la realidad cuya vida imaginaria rozaba la demencia, con días enteros de abrazos; con noches largas de sexo que terminaba tirado al piso mirando las siluetas que se dibujaban en aquellas paredes blancas, siendo simplemente “dýo koiná ónta”. Tenía que llegar el día de su gran desintegración mental y psicológica, después de años de locura y hechos superficiales que son eternos en el mundo real; recibir una noticia que te deja como un político en clases de honestidad sin saber qué hacer con aquello que se consideraba una carga para los dos, decidiendo quitar la vida de aquel ser inconsciente; – si un choque de dos estrellas provoca una gran explosión; ¿que ocasionaría un choque de dos y media?; eso se preguntaban las estrellas varadas en el universo de controladores compulsivos, llenos de maldad y obscuridad, conocidos como agujeros negros. Romper un estereotipo común sería algo discriminador para aquellos controladores de la sociedad, así que el nacimiento de la pequeña estrella apodada “mond”, se vio envuelta en un fondo lleno de destellos morados y de ballenas hechas de constelaciones. El brillo de tal petralux dejó a más de una galaxia con pensamientos suicidas, mirando atónitos un equilibrio perfecto entre la vida y la muerte, y si, solo por un nacimiento que no se debía dar, – ¿porque más estrellas?; – Porque Dos eran suficientes, pero tres eran necesarias.

UN SIMPLE TESORO
Autora: Adela Ordóñez

Lo dio todo, sin recibir nada, finalmente logró entender que era hora de convertir sus sueños en leves pensamientos, sus recuerdos en un simple tesoro personal y así no sentirse tan miserable al enterrarlo en el fondo de la nada junto al espíritu de su corazón.